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Mi nombre es Marta Martínez, soy salvadoreña y llevo veintiocho años viviendo en Estados Unidos. Pertenezco a la cooperativa Golden Steps para el cuidado de ancianos, desde la cuál decimos “presente” al Paro Internacional de Mujeres.

Trabajo con una señora de seteinta y tres años, la cuál es diabética, usa un marca pasos y pierde el balance para caminar. Pensé que iba a estar poco tiempo con ella, pero ya tengo año y medio. Hace tiempo le dejaron de dar terapias en casa, pero yo he seguido ayudándola con ejercicios de movimiento. Aunque su recuperación es lenta, creo que le he ayudado mucho. Depende mucho de mí, sin mí se siente muy débil, muy nerviosa. Le gusta que esté presente cuando la va a visitar alguna enfermera o médico. Se siente fuerte si estoy a su lado.

Soy madre de dos niña pequeñas ̶siete y cuatro años ̶ quienes demandan mucha atención. Mi esposo me ayuda, pero la mamá es la mamá, así que tengo que pasar tiempo con ellas. No tengo suficiente tiempo para todo lo que tengo que hacer. En mi trabajo muchas veces me quedo horas extra sin que me paguen porque siento que no puedo dejar abandonada a la señora.

Soy apasionada de este trabajo. Antes me dedicaba a limpiar casas. Sin embargo, cuando me embaracé a los cuarenta y dos años de la más pequeña de mis niñas, decidí que tenía que buscar un trabajo que requirirera menos fuerza física y que me gustara. Me gusta estar con personas mayores, escuchar sus historias y  aprender de su experiencia. En fin, conocer cómo es el proceso de la vida, que es una de las cosas que aprendemos en la cooperativa. Tenemos entrenamientos de todo tipo, por ejemplo en Alzeheimer, desnutricion y CPR. Yo tengo la necesidad de estar en cada entrenamiento pues siento que hay algo nuevo que aprender cada vez. Recientemente tuvimos un open house. Vamos a tener gente nueva. Yo exijo mucho, que la que va a trabajar en esto tenga la pasión, que junte la mente con el corazón. A veces siento que soy exagerada, que me gana el sentimiento. Doy más de lo que deberia de dar y expongo mucho más de lo que debo exponer.

Es muy difícil tener que poner primero el trabajo que la casa. Por ejemplo, el día de la operación de mi clienta, teníamos que estar en la clínica a las siete de la mañana y la transportacion llegóa las seis. Ese día mi hija tenía escuela. Mi esposo trabaja en la noche y llega en la madrugada. Le rogue que se levantara temprano y me fuera a dejar a la niña a la escuela, pero es muy difícil. Usted sabe: esposo, padre, hombre. Yo soy mujer, mi clienta es mujer, y trato de entender muchas cosas de ella. Mujer con mujer se identifican, se entienden, se conocen. Yo tenía una necesidad fuerte de acompañar a la señora porque no tiene familia. Hay ocasiones en que el sentimiento me gana.Su hijo varón, que es el que debería estar a su lado, está, pero no está. Escucha jeringa y se asusta, dice que no puede. Ella lo que hace es ocultar su situacion de salud enfrente del hijo. Conmigo a su lado ya no son sólo sus dos ojos, sino dos ojos más, dos oídos más, y una lengua más, ¡aunque la suya sola ya es terrible!

El cuidado de ancianos es algo que lo toca a una, por muy fuerte que la persona sea. Cuando se es madre, hermana, hija, es inevitable tener este sentimiento. A veces no es tan abierto, tan expuesto, pero sale con el tiempo. Se comparten risas.Usted se encariña con la persona que limpia su casa, se va a formando un hilo de sentimiento. Hay cosas de ella que sus hijas no saben. En esas conversaciones usted va descubriendo cosas que la atan a esa persona. La señora con la que trabajao habla español. Yo creo que las personas que hablamos español tenemos otra venita que nos une.

Tuve otra paciente con Alzeheimer, ella era americana y la atendí con medicaid. Hicimos click desde que nos vimos. Eramos como seis personas las que la veíamos. Gracias al entrenamiento que he recibido,yo iba notando que ya no sabia quién era quién. Me comentaba ella de unas compañeras de agencia que llegaban a trabajar para ella y que se ponía a hacer ejercicios.Estaba sentada queriendo ir al baño y la de la agencia haciendo ejercicios. En este trabajo una se enfrenta a cosas así que duelen.La señora tenía una jorobita y la cabeza se le caía en el pecho. Cuando dejé de trabajar con ella, de algún modo consiguió mi teléfono y me llamó. “¿Cómo lo consiguió?”, le pregunté. Ella se rio y me dijo, “ven a verme, te voy a esperar sentada en la puerta”. A veces iba sólo a verla, aunque no pudiera ir a trabajar. Le dió un infarto. No sé si fue descuido, fue en la madrugada. Tenía noventa y siete años y hasta el día de hoy la recuerdo. Me afecto mucho. Lo he ido digiriendo poco a poco, como un amorcito que vivía en mi. Todavia tengo mucho cariño por su memoria.

Otra señora con la que trabajaba se me murió a mí. A mí, a mí. Su esposo falleció y no tenía hijos. Tenía un sobrino muy bueno que le hacía su comida. El sobrino me decía que tenía negocios en upstate y que no podía ir por estar pendiente de ella. Por mis hijas no puedo extender mi horario de trabajo, pero el me rogó que trabajara con ella. Habían intentado con varias peronas, pero ella era muy difícil. Conmigo era otra persona, hasta se dejaba bañar. Llegué un día viernes, la bañé y le dí de comer. Estuvimos platicando. Ella tenía una sillita que era su lugar favorito. Después de que la bañaba, la sentaba en esa silla. Ese día le dije: ya me voy, ahí le queda la comida en la refri.

La encontré muerta en el mismo lugar que la había dejado. La camaba estaba intacta. Todo estaba como lo había dejado. Pensamos con la policía que ella murió ese mismo viernes. Yo creo que fue segundos depues de que me fui. Cuando yo llegué y abrí esa puerta…

La cooperativa se fundó en el 2011 y yo comencé a trabajar con ellas en el 2015. Cuando se fundó había muchas ganas de levantarse como cooperativa, pero al mismo tiempo no encontraban el camino. Trabajar en grupo no es fácil porque cada quien tiene diferentes opiniones, así que eran muy pocas al principio. Ahora somos catorce, la mayoría de las integrantes tiene trabajo, está activa y aprendiendo.

Hay una diferencia entre trabajar sola, trabajar con una agencia y trabajar con una cooperativa.

Cuando trabajo yo sola, soy mi propio jefe, yo me mando, pero también sólo logro alcanzar lo que mi persona permite. No puedo llegar lejos por mi cuenta porque no estoy educada. La cooperativa me ha dado educación y he aprendido a trabajar en grupo. Todas somos dueñas, pero también tenemos una mesa de liderazgo que nos supervisa. Tenemos un estatuto, reglas, línea a seguir. Actualmente me desempeño como presidenta de la mesa de liderazgo, que es un comité donde se toman las decisiones. Cuando algo no se puede arreglar ahí, la discusión se lleva a membresía. En la cooperativa tenemos un contrato con el cliente. Si estoy por mi cuenta, me botan cuando quieran y se acabo. Con la cooperativa tengo un respaldo, cuento con un seguro y con asesoramiento legal.

En la cooperativa, el pago que recibo por mi trabajo es mío. En la agencia, ellos cobran un sueldo por mí y me pagan lo que ellos quieran. La agencia no me educa y, cuando me mandan con un cliente, no sé si el cliente tiene alzeheimer o con qué situación me voy a encontrar. Con la cooperativa, sí sé. La persona que toma la llamada averigua en qué condición está el cliente y cuál es la situación familiar para que la trabajadora vaya preparada lo mejor posible y sea orientada por otras compañeras, si así lo necesita.

La agencia está mal para el cliente y está mal para el empleado. El cliente no sabe si la persona que le van a mandar sabe leer y escribir, no tiene ni idea. En la cooperativa somos varias trabajadoras y si hay un cliente con necesidades específicas, se le canaliza a quien este más capacitada. En la cooperativa estamos entrenadas. Por ejemplo, sabemos realizar un CPR, mientras que cuando una trabaja con agencia, no sólo no nos enseñan cómo hacerlo, sino que nos prohíben usarlo si surge una emergencia. Cuando la señora falleció, llame al 911. Me decían: ¡hazle CPR! Yo les decía: ¡no, está muerta, está muerta! No entendían que estaba muerta o quizás me lo decían por mantenerme alerta. En la agencia me dijeron, “si hubiera estado viva, igual no hubieras podido hacerle CRP. Cuando estás trabajando para nosotros, está prohibido”.

En Golden Steps somos mas fuertes como cooperativa que solas o como empleadas de una agencia. Este ocho de marzo me hubiera encantado asistir a a la marcha, pero no tengo con quién dejar a mis hijas. Sin embargo, voy a sumarme al paro. Mañana mi clienta estará sin mí. No voy a cocinar para ella, no le haré mandados, no lavaré su ropa, no compraré sus groceries. No le tomaré la presión, no la acompañaré al medico, no le recordaré que tienen que inyectarse la insulina, no monitorearé su marcapasos. No le daré masajes para la circulación y no haremos ejercicios de movimiento para que los pies no se le pongan rígidos. ¡Ojalá se tome sus medicinas!

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